Muy buenas, queridos blogueros, amigos y curiosos (no tengo más remedio que saludar aquí a Estefanía Jiménez que empieza muchas de sus entradas con «Hola curiosos»).
Como dijo nuestra amiga Agatha una vez en su blog, en muchas ocasiones se interactúa entre los diferentes blogueros y unas entradas dan lugar a otras. Tal vez son muchos los pensamientos que nos abordan y queremos limitar nuestro blog a un solo ámbito, entonces decidimos refrenar nuestra espontaneidad para no decir aquello que nuestro impulso quiso decir. Ayer, por ejemplo, a mí me pasó. Sentí el impulso de comentaros algo que no tiene que ver con libros y letras y luego me lo repensé y decidí no escribirlo. No tenía demasiada importancia pero lo pongo a modo de ejemplo.
¿A qué viene todo este preámbulo? Pues a que gracias a una entrada de nuestra Sadire, acertadísima por cierto, hoy decido yo también poner el dedo en la yaga de los prejuicios.
Esta mañana me encontré esta ilustración que pretende ser hermosa ( seguramente lo fuera si yo no fuera tan quisquillosa):
Y yo quiero decir sencillamente que me gusta leer, me encanta, me apasiona y … me gusta maquillarme, vestirme bonita, arreglarme el cabello y pintarme las uñas, salir y tomar unas copas, bailar, conocer gente… es decir, una cosa no invalida la otra, ya basta de prejuicios que nos atribuyen un físico, una mentalidad, o una forma de vida.
Además creo que este tipo de ilustraciones no influirán positivamente en que una chica joven agarre un libro… no es que diga que haya que dibujar una tía buena con un libro en la mano para incitar a la lectura, pero tampoco vayamos a otros extremos (y que conste que la chica que está leyendo me parece encantadora, pero bien podría ser una que se está pintando los labios porque va a salir).
Y eso es todo por hoy.
Os dejo un saludo, un abrazo y un beso (cada uno que recoja lo que corresponda jajaja).